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Original Il Piave mormorava, calmo e placido, al passaggio dei primi fanti, il 24 maggio. L'esercito marciava per raggiunger la frontiera per far contro il nemico una barriera. Muti passaron quella notte i fanti: tacere bisognava, e andare avanti! S'udiva intanto dalle amate sponde, sommesso e lieve il tripudiar dell'onde. Era un presagio dolce e lusinghiero, il Piave mormorò: Non passa lo straniero! Ma in una notte trista si parlò di tradimento, e il Piave udiva l'ira e lo sgomento. Ahi, quanta gente ha vista venir giù, lasciare il tetto, per l'onta consumata a Caporetto! Profughi ovunque! Dai lontani monti venivan a gremir tutti i suoi ponti! S'udiva allor, dalle violate sponde, sommesso e triste il mormorio dell'onde: come un singhiozzo, in quell'autunno nero, il Piave mormorò: Ritorna lo straniero! E ritornò il nemico; per l'orgoglio e per la fame voleva sfogar tutte le sue brame. Vedeva il piano aprico, di lassù: voleva ancora sfamarsi e tripudiare come allora. No!, disse il Piave, No! i fanti, Mai più il nemico faccia un passo avanti! Si vide il Piave rigonfiar le sponde, e come i fanti combattevan l'onde. Rosso di sangue del nemico altero, il Piave comandò: Indietro va', straniero! Indietreggiò il nemico fino a Trieste, fino a Trento. E la vittoria sciolse le ali al vento! Fu sacro il patto antico: tra le schiere, furon visti risorgere Oberdan, Sauro e Battisti. Infranse, alfin, l'italico valore, le forche e l'armi dell'Impiccatore! Sicure l'Alpi... Libere le sponde. E tacque il Piave: si placaron l'onde. Sul patrio suol, vinti i torvi Imperi, la Pace non trovò né oppressi, né stranieri! Sul patrio suol, vinti i torvi Imperi, la Pace non trovò né oppressi, né stranieri! |
Traducción Enviar El Piave murmuraba, calmo y plácido, al paso de los primeros infantes, el 24 de mayo. El ejército marchaba para alcanzar la frontera para hacer contra el enemigo una barrera. ¡Mudos passaron aquella noche los infantes: silenciar necesitaban, e ir adelante! Se oyó mientras de las amadas orillas, bajito y leve el patalear de las olas. Era un presagio dulce y lisonjero, el Piave murmuró: ¡No pasa el extranjero! Pero en una noche triste se habló de traición, y el Piave oyó el cólera y el desaliento. ¡Ay, cuanta gente ha visto venir abajo, deja el techo, por la injuria consumada a Caporetto! ¡Refugiados en todas las partes! Dos lejanos montes llegaban a apiñar todos sus puentes! Se oyó entonces, de las violadas orillas, bajito y triste el murmullo de las olas: como un hipo, en aquel otoño negro, el Piave murmuró: ¡Vuelve el extranjero! Y el enemigo volvió; por el orgullo y por el hambre quería desahogar todos sus deseos. Vio el planicie descubierta, de allá arriba: quería todavía saciarse y exultar como entonces. ¡No!, dijo el Piave, No los infantes. Jamás el enemigo dé un paso adelante! El Piave se vio rellenar las orillas, y como los infantes combatían las olas. Rojo de sangre del enemigo altanero, el Piave mandó: ¡Atrás va, extranjero! El enemigo retrocedió hasta Trieste, hasta Trento. ¡Y la victoria desató las alas al viento! Fue sacramentado el pacto antiguo: entre las filas, fueron vistos resurgir Oberdan, Sauro e Battisti. ¡Quebrantó, alfin, el itálico valor, las horcas y las armas del Verdugo! Seguros los Alpes... Libres las orillas. Y el Piave calló: se calmaron las olas. ¡Sobre el patrio suelo, vencidos los siniestros Imperios, la Paz no encontró ni oprimidos, ni extranjeros! ¡Sobre el patrio suelo, vencidos los siniestros Imperios, la Paz no encontró ni oprimidos, ni extranjeros! Enviar |